domingo, 31 de enero de 2010

Y de la rosa solo nos quedó el nombre

Ya mencioné antes en el blog que me hice de unas cuantas obras literarias en la FIL, lo que no mencioné es que a excepción de un libro, no volví a tocar el botín adquirido.
Me había hecho ya otro propósito: no tocar esos libros hasta haber leído una novela que tenía pendiente, un libro que me habían prestado hace como dos años (pena me da decirlo, pero es verdad) y que me daba algo de flojerita: El nombre de la rosa, de Umerto Eco. Un libro en apariencia (y físicamente) pesado, lleno de filosofía y frases en latín pero que conforme avanzas en la historia se vuelve cada vez mejor para terminar siendo una obra maestra.
Apenas hoy he terminado de leerlo y también he visto la película para rematar la experiencia. Otro claro ejemplo de una adaptación un tanto forzada con la misma moraleja: es mucho mejor leer el libro dado que la historia se torció un tanto para adaptarse a la pantalla, además de algunos personajes que pierden importancia.

No es el mejor libro que he leído en mi vida, pero definitivamente vale mucho la pena. Tendré que devolver el préstamo y hacerme de una copia para tenerlo en mi colección, porque incluso me gustaría releerlo posteriormente, pero con más calma y siguiendo la documentación de ciertas partes de su historia.

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