domingo, 8 de febrero de 2015

Crecimiento artístico, sin direcciones

(Fotografía vía 1001 Songs)

Sin direcciones porque no estoy seguro de que sea propio del todo llamarlo crecimiento, término que nos indica que siempre se va hacia arriba aunque hablando de arte no tengamos la certeza de ello.
Hace dos noches vi el documental Five Years, que narra lo acontecido en cinco años en particular que fueron muy importantes en la carrera de David Bowie. Si bien sería hipócrita decir que soy muy fan de Bowie, está de más mencionar que es una figura icónica en su género y me gustó la manera en la que presentaron el cómo fue cambiando su concepción del arte, de su música y lo que quería representar con ella; esto explica el por qué al escuchar un disco suyo de éxitos nos encontraremos con géneros variados en el compilado.
En el arte no hay reglas definidas, así me gusta pensarlo y precisamente Bowie se atrevió a cambiar las estructuras convencionales de los géneros musicales con los que trabajaba, todo con tal de adaptarlo al resultado que quería, a lo que buscaba expresar en su respectivo momento: cada etapa por la que pasaba, su estado anímico, sus ambiciones y percepción en general; todo esto ha determinado cada faceta de su vida artística.
Casualmente después de mirar ese documental, mientras buscaba un CD entre mi colección de discos viejos, encontré algunos bocetos viejísimos de mis primeros proyectos musicales: El Gran Escarcha y The Noisy Laplace. Me di unos minutos para escuchar algunas grabaciones al azar y encontré una magia que se encontraba escondida en algún lado. Ejecuciones muy carentes de técnica, trabajos muy pobres de masterización y mezcla, pero no puedo negar que a pesar de eso las canciones tenían una sazón interesante y un espíritu único que no podría igualar el día de hoy. Escuchar las letras que escribí en aquel entonces me hicieron situarme en aquel contexto y entenderlas, abrazarlas y descubrí lo puras que eran aquellas ideas aun cuando fuesen el fruto de un artista inmaduro.
Por otro lado, sería un error determinar que mi trabajo de hace diez años es mejor o más auténtico que el que hago ahora. Los métodos que utilicé para hacer las primeras piezas de HATR Project son diferentes a los que he utilizado recientemente, y si me esmerara por hacer sonar mi música como lo que hacía en aquel entonces, estaría condenado al fracaso o resultaría en un trabajo mediocre. En el caso de las nuevas canciones de Maddevi (que muero de ganas por publicarlas), las percibo con un timbre muy diferente a lo que hicimos como grupo hace tres años con nuestro álbum debut; tendremos un testimonio en obra que demuestra cómo cambiamos los cuatro integrantes de la banda en nuestra forma de pensar y nuestra manera forma de hacer música.
En síntesis, es simple percatarse de que no soy la misma persona que antes y así todo ser humano se transforma en el tiempo con sus experiencias, sus sentimientos, la gente con la que se relaciona, los nuevos gustos adquiridos; somos un universo nuevo.
Todo es crecimiento y cada obra artística es meramente el reflejo de lo que es el artista mismo en el momento de su creación.