martes, 30 de noviembre de 2010

Sat8-bit Mind

El verdadero objetivo de este post es desempolvar un poquito el blog y hacer mi check-in mensual por estos rumbos. De cualquier manera ya había pensado venir a poner esto aquí: les presento el Sat8-bit Mind, un remix que me aventé de Metric en días anteriores de mi rola favorita de su último álbum.
¿Cómo sucedió esto? Pues Metric convocó a un concurso de remixes de su álbum, si bien yo no me registré para concursar de lleno, fue más bien el gusto y la tentación de hacerles el remixito lo que me llevó a trabajarlo. La intención inicial era hacer uno o dos remixes más, pero como ya es costumbre el tiempo no me permite hacer gran cosa.

La misma falta de tiempo me sigue atando para escribir más, irónicamente lamentable porque estos días han estado llenos de cosas diferentes y emocionantes; aún así sigo con la esperanza de que algún día pronto se me haga justicia y reaparecer en este, mi hogar virtual.

martes, 2 de noviembre de 2010

La dama y el viejo

La mujer seguía contemplándose en el espejo con una obscuridad en los ojos que daba miedo, curiosamente nadie se había percatado de ello y mientras tanto seguía intrigada, vagando en su pensamiento y preguntándose cuándo le llegaría su hora, nadie le había planteado nada al respecto, jamás se habría imaginado que tal vez sus días estuvieran contados y posiblemente una parte de sí misma deseaba que alguno de los concurrentes hiciera una pausa en su marcha para decirle al oído: “Señora, su línea termina aquí y ya no hay más para usted, es hora de que se vaya”. ¿Morirse? No nos atrevamos a adjudicarle tal verbo, ella seguía extrañada y se rascaba el cráneo como chimpancé, las personas lo hacemos inconscientemente o por convención cuando la ignorancia nos agobia como quien está frente a un problema que no puede resolver, su paciencia por encontrar la respuesta se va extinguiendo como la vida misma y todo en su cabeza se vuelve fuego. Convencida de que no había nada anormal se incorporó y decidió continuar con su trabajo, ¡qué irónico! Años trabajando en el oficio y jamás se preguntó qué pasaría con ella, es como si de pronto nos anunciaran que nuestra vida no tiene una meta, un límite o una ruta trazada la cual seguir, llegar al extremo final donde seremos felices o por el cual nos hemos esforzado toda la vida. Parecía que arrastraba los pies sobre un terreno inundado en fango, era seguramente la misma pesadez que le causaba el mismo pensamiento en el que se hundía, como si ese fango se hiciera cada vez más frío conforme avanzaba sobre la enorme sala, un frío que se transmitía aún cuando afuera el sol derramaba sus rayos sobre el recinto. Todo era ruido y de pronto silencios breves, la gente con rostros llenos de impresión y con la mirada perdida, como los ciegos que no tienen la certeza de que hay algo ahí pero flotan listos para captar el mensaje, la mujer no conocía a nadie pero no importaba, las miradas de extraños le resultaban indiferentes y ella se contoneaba presumiendo su figura (envidiable por muchas mujeres) metida en un vestido tan adornado con faralá y colores fuertes y llenos de contraste.

Salió por una puerta y caminó por un pasillo largo con colores lisos y opacos, encontró una puerta corrediza llegando al final y entró a una sala que se dividía en secciones con camas en ambos lados y continuó su marcha mirando algunos desahuciados, otros que tomaban sus manos y algunos durmiendo en ese cuarto lleno de plástico y metales, aparatos extraños que parecieran de ciencia ficción, mangueras, tanques, válvulas, libros, crucifijos. La dama no podía evitar sentir cierto escalofrío en ese ambiente con hedor a desinfectante mientras veía a personas que se resistían al fin de sus días, algunos aferrándose con la mano bien prendida de algún ser querido, como si éste pudiera detener el paso de la muerte jalando del brazo del enfermo con todas sus fuerzas para que no se lo llevara. Le llamó la atención un hombre sentado en una cama, cubierto con una sábana hasta el vientre y con un abrigo para resistir el frío, labor suponemos más delicada si consideramos que se trataba de un viejo enjuto de carnes con los ojos un poco nublados, la piel arrugada y la calva expuesta. Hacía un esfuerzo por mirar hacia las hojas de papel que sujetaba con la mano izquierda, aunque la distancia y la posición no le favorecían mucho se las ingeniaba para seguir trazando líneas con una delicadeza y placer que expresaba en el rostro. La mujer se acercó al viejo para mirar más de cerca lo que éste tenía entre las manos: era un dibujo impresionante hecho a lápiz del esqueleto de una mujer, intuimos que se trata de una mujer por la vestimenta impresionante y los accesorios maravillosos que la hacían lucir hermosa. El artista sobre su lecho continuaba con su obra maestra, trazando detalles con todos sus ánimos mientras parecía ignorar a la presente, la cual se comenzó a sentir incómoda cuando no hasta ofendida por faltarle el respeto a una dama: que el caballero no se dignara a brindarle una reverencia o al menos un simple saludo para intercambiar miradas. Se quedó de pie mientras veía cómo el hombre se entregaba con pasión a detallar su cuadro y esperó muy pertinente a una breve pausa en la que pudiera interrumpir la tarea del viejo irrespetuoso, cómo sería posible irse sin haberse llevado consigo una mirada breve del artista.

Me ha maravillado con su dibujo, caballero.

El hombre al escuchar la voz giró un poco la cabeza hacia la izquierda para ver quién le hablaba, pero su deteriorado estado de salud y su cuerpo ya tan encorvado solo le permitió alzar la vista un poco, al menos lo suficiente para ver el vestido de color tan llamativo y la mano derecha con la que sostenía un abanico negro.

Hago lo que se puede. Al menos lo que puede hacer un viejo como yo, que todavía conserva un par de manos que le responden a voluntad.
¿Le apasiona mucho dibujar? ¿O desde cuándo ha decidido comenzar con tal actividad?
¡Huy, señorita! Yo no tengo memoria suficiente para traer conmigo ese recuerdo, si en mí estuviera le diría que nací con la tiza en la mano, es la herramienta que siempre me ha acompañado, en las buenas y en las malas.
Y veo que ha estado dibujando a la muerte. ¿Será que le llama tanto la atención?

El viejo no supo qué responder al instante, así que enderezó la cabeza y continuó con su labor de detallista, tan solo después de un momento se decidió a contestar:

Yo solo digo que hay tantas cosas dignas de dibujarse y la muerte es una de ellas. La muerte nos da miedo, cuando la vemos frente a nosotros lloramos, nos desgarramos, nos ponemos inconsolables. Irónicamente la muerte es parte de la vida, y como no todo en la vida es brillo y alegría como nosotros desearíamos, no nos queda más que aguantarnos y aprender a disfrutarla aunque no nos guste. Sin los momentos malos no apreciaríamos los buenos, ¿no le parece?
Pero si vaya que la ha enaltecido, mire ese vestido y esas flores tan vivas que la rodean, es toda una gracia. ¿Cómo podría tenerle pavor a algo tan bello?
Bueno, en lo que a mí respecta estas son vagas representaciones que hacemos los hombres. Verá, señorita… a mí me enseñaron que la Muerte es como Dios.

La dama se quedó estupefacta, con un semblante de sorpresa porque jamás había escuchado antes una hipótesis como esa tan aventurada, al menos para su nivel de entendimiento, que terminó por intrigarle. Se detuvo un poco a recordar sus recientes cavilaciones frente al espejo y de alguna manera relacionó el primer hecho con lo segundo, ¿sería que este señor le adjudicaba los poderes de omnipotencia y omnipresencia a esa figura esquelética? No se podía quedar tranquila dejando incompleta la declaración del viejo. Le puso una mano en el hombro y le pidió que prosiguiera:

¿Sabe usted el alcance que tienen las palabras que me está diciendo? Al menos hágame el favor de explicarme semejante teoría.
Es sencillo: si usted cree en Dios, entonces Dios existirá. Si la muerte existe, es porque nosotros así la hemos concebido.
Entonces será usted muy inteligente, —dijo la mujer antes de continuar sin poder evitar una breve risa que le atacó. — porque entonces afirma que si no se quiere morir bastará con negar la existencia de la muerte. ¿En verdad cree que con eso será suficiente?
En efecto, y si estoy equivocado y la muerte sí existe jamás me daré cuenta de mi error porque para entonces habrá pasado, me habré ido y ya no tendrá caso que me lo siga cuestionando porque habré vivido sin temor a que la huesuda llegue por mí.

A la dama se le borró la sonrisa de golpe y regresó a su rostro de incertidumbre, retirando la mano del hombro del artista.

¡Está afirmando entonces que para que la muerte deje de existir basta con que deje de creer en ella!
Sí, señorita. Y ahora dígame, señorita... ¿usted cree que la muerte existe?

A esta pregunta no sabemos si hubo respuesta.