sábado, 23 de octubre de 2010

Octubre musical


La profecía se cumplió y octubre trajo consigo acontecimientos musicales que estuve esperando durante mucho tiempo. La ondita fue ir el sábado a ver Arcade Fire y el martes a Pixies.
¿Que cuál fue mejor? Se me haría injusto atreverme a tal comparación porque Arcade Fire son los grandes del momento y a este ritmo se convertirán en iconos de una generación, los Pixies son maestros de toda una corriente y fueron quienes en lo personal me introdujeron al alternativo, sacándome del círculo vicioso de rockero típico de secundaria.
No profundizaré en mi experiencia en dichos eventos, solo me quedaré con momentos breves que se clavarán en mi memoria: la energía de Intervention y la multitud a coro gritando Wake Up, una guitarra con gorra haciendo feedback en Vamos y el escenario perdiéndose entre el humo y las notas de Hey. Aquí les dejo una fotito que le tomé a Joey Santiago, no es gran cosa pero es lo mejor que pudo salir de la cámara pitera de mi celular.

Lo único que faltó fue Metric que canceló sus conciertos en México y dejó como novia de rancho a todos su fans, ni modo, yo ya me había hecho a la idea y me tuve que resignar, y jugando con las aplicaciones de audio ese mismo día 15 de octubre para desenfadar los malos humores, me salió un remixito delicioso de una de sus canciones que en lo personal es de mis favoritas: Satellite Mind.

Y como octubre todavía no termina, le quedan cosas muy buenas y le vamos a dar a lo que le falta, sí señor.

domingo, 3 de octubre de 2010

Desde afuera de la rutina

Me levanté con el sabor amargo y la boca seca, la piel pegajosa por el sudor acumulado en la noche anterior y la tensión cayendo sobre mis cuencas, los hombros adoloridos y el pensamiento bajo. Casi arrastrando los pies logré trasladarme al baño para reanimarme un poco con la ducha, la regadera siempre ha sido el refugio de los perdidos en la pereza, la bofetada matutina que nos habilita desde que sentimos las primeras gotas repiquetear sobre los dedos que cautelosos anuncian la temperatura del agua, he contemplado que el pasar bajo el chorro de agua es como cruzar un umbral en el que se mezclan las ideas, recuerdos y añoranzas que quedaron fundidos en la mente que se niega a despertar, sueños que son como fantasmas que dan vueltas sobre la cabeza y se resisten a la realidad sujetándose al sistema nervioso que baja de la nuca a la espina dorsal. La conciencia se recuperaba y la pesadez se fue disolviendo hasta que me encontré del otro lado, bien despierto y con la atención en el inicio de mi rutina. Aire fresco y pensar en trivialidades, qué prendas portaré el día de hoy, ¿hará frío allá afuera? Seguramente se me está haciendo tarde pero no puedo salir sin desayunar, y así haciendo un repaso mental sobre las cosas que debo cargar en mis bolsillos antes de salir de casa voy a la par caminando hacia la puerta para echar el primer vistazo a la calle, me pierdo un poco en la madrugada, hay poco movimiento y cada sonido tan minúsculo es inversamente significativo. Encuentro los primeros rostros extraños, tal vez algunos extraños tan comunes, gente desconocida con cuyas conciencias y suertes me gusta jugar, imaginar sobre qué los trae hacia aquí, cómo serán sus problemas y si en realidad valdrá la pena invertir tiempo en ello, yo ya tengo suficientes cosas por las cuales preocuparme y podría desencadenar todo un guión cinematográfico para imaginar cada escena de mi vida: un ángulo, una perspectiva y cómo la luz acaricia a los objetos y a las personas, los árboles meciéndose y yo encerrado en un cuadro, preguntándome cuándo tendré la oportunidad de salir de foco, perderme entre la obscuridad y vagar un tiempo indefinido mientras nadie se da cuenta, hasta que alguien note por sorpresa y casi por casualidad mi ausencia. Entonces confirmaré que importa, que la historia que escribo cada día vale las compañías, la soledad, los tiempos perdidos y los que invierto en crecer como persona, un vago instinto de negarme a madurar y del otro lado un señor perdido que avanza firme y que puede llegar a crear envidias sordas, admiraciones y lástimas. Compañías de costumbre, actividades casuales: un libro y una cerveza, la mirada perdida y la mancha obscura que cubre desde mis anginas hacia el pecho bajando por una delgada línea sobre mis brazos y hasta los codos, las manos frías y el sentimiento encerrado, como si estuviera dentro del tarro y me aferrara a él con las manos. Gente que no me escucha cuando hablo, personas que no escuchan porque no les hablo, personas con las que pierdo concentración mientras trato, personas que sin embargo me importan, personas que admiro por lo que fueron y por lo que han sido para mí, por lo que serán como un forzado lazarillo para mí, cegado por la costumbre. Mujeres que pasan y dejan un rastro de incertidumbre y desconfianza, tentaciones y vergüenza; una vez conocí a la mujer perfecta hasta que entendí que para mí no era perfecta, porque no podía estar con ella. Jóvenes perdidos y otros rejuvenecidos, reconciliaciones deseables, perdones que se pierden a la ausencia de respuesta, la falta de un consejo de oro de la fuente indicada o tal vez es que los mensajeros se van renovando y lo que esperamos no llega. Entre notas musicales y situaciones ajenas me mantengo, de eso se trata la vida, al menos mi vida que siempre exprimiré cuando sea buena y cuando sea mala.