jueves, 6 de agosto de 2015

Movilidad de tercer mundo, tirándole a cuarto

Un tema que ha causado mucha efervescencia en los últimos días aquí en Guadalajara es el tironeo que se ha dado entre Uber y taxistas. Y como esto, señores, es el Internet, no puedo irme sin dejar constancia de que metí mi cucharota cuando nadie pidió mi opinión.

¿#UberSeQuedaGDL?

¡Claro! Soy un ciudadano y quiero tener una alternativa más para trasladarme. A pesar de apenas haberlo utilizado una sola vez, mi experiencia en un Uber X ha sido muy grata: sabes con anticipación quién te llevará (y sabes que es alguien que tuvo que aprobar ciertos exámenes para estar ahí), sabes cuánto te va a costar y vas en un automóvil cómodo y seguro. La contraparte todos la conocemos ya; también he sido víctima en más de una ocasión de taxistas que cobran arbitrariamente, alteran el taxímetro e infringen las normas de vialidad, exponiendo la seguridad de los pasajeros; todo sin posibilidad mínima de reclamo. ¿Han contado cuántos taxis se encuentran por la calle con las placas traseras despintadas intencionalmente?
Uber es un modelo que rompe con el paradigma tradicional de transporte público y como tal, está sufriendo naturalmente de la renuencia al cambio.
Mientras caminaba con mis amigos por la calle y platicábamos del tema, uno de ellos señaló las lámparas del alumbrado público y dijo: "Mira, es como esas cosas, no siempre estuvieron ahí. Antes de eso habían personas que se dedicaban a venir y encender los faroles todas las noches. ¿Y qué pasó con todos ellos? ¿Y sus trabajos?". Sucede que detener el avance significaría un sacrificio tan gordo que la sociedad jamás estaría dispuesta a pagar.

Cambió el mundo, cambian las reglas

A mi punto de vista, la postura que están tomando nuestras autoridades en este tema es retrógrada y sólo obedece a los intereses de una minoría de taxistas, quienes sólo han demostrado estar furiosos porque las cosas no se hacen como ellos quieren y cuando ellos quieren, llegando a extremos ridículos como el uso de la violencia, lo que sólo está logrando que la gente les siga perdiendo la poca confianza que les queda.
Dice el señor taxista que esto es competencia desleal y que con cuatrocientos pesos que tiene que pagar al día como renta de un Tsuru en malas condiciones, no le salen las cuentas. Con tales cuotas, posiblemente, el señor podría pagarse un coche nuevo y prestar su servicio de manera independiente.
El cambio es un concepto que nuestros actuales representantes parecen no querer comprender. No me gusta externar mis ideas en cuanto a política, pero si el partido en turno quiere vender la idea de que se ha renovado, deben ir más allá de ponerlo en un eslogan y un logotipo retocado; ya vimos cómo les dolió perder la alcaldía de los principales municipios de la entidad en las elecciones pasadas y parece no importarles seguir perdiendo la confianza de la gente a tres años de las estatales. Pero eso, es harina de otro costal.

"Pero por qué la insistencia en Uber, si los problemas de movilidad son otros"

Como en todo tema, no nos faltaron los camaradas con finta de subversivos e inteligentes refutando la lucha a favor de los taxis ejecutivos: "Uber no es de las mayorías, siempre has tenido otras alternativas para transportarte". Eso es cierto y yo mismo he dicho que si no fuera por la falta de infraestructura para ciclistas (la que existe ahora es insuficiente y una reverenda porquería), yo mismo iría todos los días a trabajar en bicicleta. ¡Con gusto!
Sin embargo, el hecho de que tengas un montón de problemas no significa que no puedas trabajar en solucionar el primero que tienes a la mano. La burbuja de Uber está estallando en este momento y por consiguiente debe ser aprovechada. Con la misma energía habrá que exigir mejorar las condiciones del transporte público, vialidades aptas para ciclistas y un reglamento que los incluya a ellos y a los peatones.

Pero es que la gente, es que el elitismo, es que no todos tienen smartphone, es que no todos pueden competir. Y es que yo pienso que debe haber coexistencia. El panorama ideal sería trabajar una regulación para los dos tipos de transporte, cosa que en esta ciudad pareciera tan remota como mismísimo el país de las maravillas.

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